martes, 24 de julio de 2012

Escaleras y toboganes: las alianzas y rupturas hacia la sucesión

En el último tiempo, cualquiera podría pensar que Cristina está teniendo un año movidito, movidito.

 Primero, luego de 9 años rompió con Moyano, su aliado màs estratégico, que por supuesto no se quedó atrás y convocó a un paro que movilizó a un gran sector del movimiento obrero tras demandas que afectan al conjunto de los trabajadores. Segundo, el temita del pago de aguinaldo bonaerense provocó que la caja peligrara y puso contra las cuerdas a Scioli, en donde desde ambas partes se tiraron la pelota provocando rispideces cada vez mayores entre ambos hasta que Cristina aflojó y liberó los $600 millones necesarios.
Sin embargo nada de eso impide que, de vez en cuando, se olviden momentáneamente de sus diferencias para hacer frente común en actos públicos como el que tuvo lugar ayer en Haedo, en donde Cristina aprovechó para tirar dardos hacia todos lados (la Corpo, bancos, Redrado, Prat Gay). El territorio elegido tampoco fue al azar, ya que la zona de Morón es el feudo de otro aliado K y opositor a Scioli, Martín Sabbatella. Desde ya, el denominador común detrás de los ataques desde cualquier frente es la pelea por la sucesión. A menos que se cumpla el sueño K de la modificación de la Constitución, Cristina tiene los días contados y el rejunte de aliados pejotistas, camporistas y sciolistas harán lo imposible por quedarse con la mayor porción de la torta, aquella que les signifique un pasaje directo a Balcarce 50. A Daniel ya se le empezó a complicar desde el vamos con el anuncio efectuado unas semanas atrás con De la Sota al proponerse como candidato presidenciable, hecho que provocó que Cris le soltara la mano con la caja bonaerense y que tanto docentes como estatales le hicieran paros en reclamo del pago único del aguinaldo y no en cuotas como se decía, situación de alto riesgo para el conjunto del Gobierno ya que fue otra muestra de la movilización que puede tener la clase obrera ante los ataques hacia el salario (aunque con el límite de que fue dividida por las distintas variantes de la burocracia). Tanto la división de la CGT (que ahora podría distinguirse como moyanista y caloísta) como los cortocircuitos entre los exponentes del peronismo menemista, y cristinista son expresión de que los tiempos se aceleran cada vez con más fuerza, y es una muestra de cómo estas alianzas súbitas así como las rupturas momentáneas son simplemente la antesala de lo que el Gobierno tendrá que hacer ante los límites fiscales que implica la continuidad de la futura fórmula presidenciable que mantenga la continuidad del modelo.

Todos estos encontronazos que se producen “desde arriba”, son sin embargo la oportunidad que la clase trabajadora tiene para intervenir y plantear políticas propias que no sean por el enriquecimiento de la burguesía (que durante los años dorados del kirchnerismo “la juntó en pala”, tal como lo expresó la misma Cristina) sino por las consignas que afectan a “los de abajo”: por sindicatos sin patrones y por un partido de los trabajadores.

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